domingo, 19 de noviembre de 2006

La Historia y Verdad del Unicornio
La Historia y Verdad del Unicornio
El Libro de La Generación

El Primer Unicornio
Llegó envuelto en una nube, impulsado por un blanco torbellino. Descendió con suavidad desde los cielos a los campos infantiles de la Tierra, aun antes que sus fuegos iniciales se hubieran extinguido. Posee entonces el Unicornio el brillo de la Luz, y puede apartar de sí toda oscuridad, toda tiniebla. Se lo llamó Asallam, el primer Unicornio de los nacidos, creatura de conformación temible y para contemplar hermosa, dotado de un cuerno de luz en espiral.
Golpeó entonces Asallam una roca desnuda, con su cuerno la penetró hasta grande hondura, y brotó una fuente de vida borboteante. Los fuegos se extinguían doquiera fluían esas aguas y empezaba la Tierra a fecundarse con multitud de cosas muy fructíferas. Se alzaron grandes árboles, florecieron; y bajo su sombra se instalaron las bestias salvajes y domésticas. Todo esto era intención de Dios, y el Unicornio, el instrumento de su querer. De este modo se formo el Jardín del Unicornio, llamado Shamagim, que quiere decir Lugar donde hay Agua.
Dios se dirigió entonces al Unicornio diciendo: "¡Asallam! Tú sólo serás, entre todas mis creaciones, quien recuerde la ocasión y el modo de su hechura, y vivirás en permanente memoria de la Luz, para ser su conductor y su guardián. Pero jamás volverás a la Luz hasta la hora final del Fin del Tiempo". Y el Unicornio, maravillado, vivió en su jardín y fue caminando hacia afuera.
La Creacion del Hombre
Entonces quiso ser conocido Dios, aunque El ya conocía todas las cosas. Se retiró dentro de Sí, y a partir de la tierra y del aire, del agua y del fuego, su sagrado aliento compuso al Hombre, que era fuerte y bello, el colmo de la creación. El Unicornio se maravilló mirándolo, y de pronto volvióse modesto y vergonzoso.
Como Asallam no participó en la creación del Hombre, el Unicornio lo amó aún más y ante él se inclinó como un sirviente.
Fue el Unicornio entonces la primera bestia que le hombre contemplara, la primera a quien dio nombre. Desde entonces hasta ahora el destino de ambas razas se ha ligado; el Unicornio conduce hacia la Luz y sólo el Hombre puede allí seguirlo.
El Libro de Nemesis
En los largos años de la edad primera, Hombre y Unicornio habitaron juntos y crecieron en estatura de cuerpo y mente. Pero en lo oscuro otros seres se desplegaban y fortalecían.
El mismo día que el Unicornio hizo surgir de la roca una fuente de borboteante vida, tambien se sembraron semillas de peligro. Mientras las aguas esparcían su humedad fertilizante, se filtraban también por fisuras tenebrosas y goteaban hasta cavernas secretas y ardientes que se entrelazan en las raíces de los montes.
Allí, en esas cámaras del abismo, la carga vital de esas aguas sagradas se gastó por vez primera en criar algo viviente. Así nació entre fuegos y tinieblas el Dragón. Su difícil nacimiento le dejó huellas indelebles, y nunca hubo después otra creatura dotada en tal medida de tanta astucia y fuerza.
El primer dragón fue Yaldabaoth. De horrible constitución, con ojos penetrantes y sin párpados, lo primero que contempló su mirada impávida fue la propia imagen en las aguas oscuras. Adoró la visión, y una secreta complacencia en esa imagen de sí le ha consumido el corazón desde esos tiempos.
Y el Dragon creció enorme y generó a otros como él, entre ellos a Serpens. Si bien los dragones tienen muchas formas y tamaños, todos son rápidos de mente y tienen sed de saber. Mientras el Unicornio intenta adivinar los secretos de la creación para mejor conocer al Creador, el Dragón desea lo mismo, pero al fin de dominar el mundo y de este modo derrotar a la muerte.
El Dragón odia con fuerza al Unicornio por su primacía, pues no se creó a sí mismo sino que le debe a otro su ser. Así pues, lo ha perseguido siempre con la intención de devorarlo y dejar de ser el que llegó despues y convertirse en el Más Viejo de todas las Cosas.
Los Limites del Jardin
Era muy amplia su extensión sobre los campos, pero en níveos con fuego ardientes donde rugía el torbellino y se escuchaban voces en el resplandeciente abismo.
El Unicornio podía desplazarse en medio del trueno, la tormenta y los temblores, pero esas hórridas alturas eran inseguras para el hombre . Así, pues, el Unicornio, hermano mayor, amigo y guía, vigilaba que ningún hombre se aventurara fuera del Jardín.
Entonces el tiempo se sucedía de modo inenarrable. Hasta hoy quedan huellas de esa gloria inmaculada; por eso ni la quietud más sosegada está libre de alguna sensación de nostalgia y exilio. Porque el hombre creció en número y en fuerza , y también el Unicornio; ambas razas ingresaron juntas, en estado de gracia y de inocencia, a la plenitud de sus vidas. Entonces se forjaron los lazos que el tiempo jamás podría desatar: por larga que sea la separación existente, jamás el Unicornio y el Hombre volverán a encontrarse como extraños.
Pero el Dragón y su progenie tramaban en las honduras de la tierra, y más y más celosos se volvían hasta que al fín enviaron a Serpens, la más astuta de su raza. No era de gran tamaño y por esto no inspiró temor en los corazones de los hombres. Parecióles Dragón atractivo y asombroso, de escamas orgullosas e irisadas, de palabra abundante y escogida; muy pronto se movía familiarmente entre los hombres, ocultando su propósito: tal las artes habituales del Dragón. Entretejía palabras de alabanza con otras para sembrar la duda, diciendo: "Qué sabio y digno señor podría ser el Hombre!" y se lamentaba que el Unicornio limitara a sus amigos al recinto interno del Jardín.
No toda nuestra raza prestó oido a las sutiles incitaciones al descontento y al orgullo. El hombre y la mujer gozaban de distinta intuición desde le principio; las mujeres no se dejaron engañar por la insidia de Serpens, mantuvieron la confianza y no dejaron de amar al Unicornio. Cuando por fin Serpens oyó murmurar al hombre que el Unicornio no parecía amigo tan perfecto y sí quizás propenso a finalidades egoístas, habló más abiertamente. Más allá del Jardín, aseguró, hay tierras hermosas y fértiles, dispuestas a que las dominen, pero el Unicornio mantiene al Hombre cautivo, no sea que su número crezca en exceso y resulte ingobernable.
Esas mentiras no escaparon al Unicornio, que se apartó, triste: no podía obligar al seguir los caminos de la luz; señalaba su sentido. Pero nada le pidió consejo en las discusiones insensatas que siguieron. El más descarriado se levantó y alzó la voz: "¡Rompamos estas cadenas de oro, acabemos con estas ataduras! ¡Cuanto más difícil y largo sea el camino, más brillante será su término!"
A partir de entonces el hombre no pudo culpar a nadie más, sólo a sí mismo, por las penas y dolores subsiguientes. Pues todos gritaron aprobando, aunque las mujeres inclinaran la cabeza en señal de silente pesadumbre. De este modo se cumplió el trabajo del Dragón, y así esas palabras sellaron la condenación del Hombre.
Entonces movilizóse Dios, en perfecta sincronía con el proyecto fatal del Hombre. Y en un instante volvióse duro y opaco lo que fuera un mundo en primavera. Y pareció caer un vacío piadoso sobre la mente de los hombres, y cuando cesó esa oscuridad se hallaron en una dimensión de antaño. Se movieron perplejos al principio, encerrados en formas menos gráciles.
La Division de las Razas Hermanas
El hombre cayó en un marasmo moral, adoró ídolos y luchó contra sus semejantes. Y durante todos esos años el Hombre y el Unicornio se separaron más y más, tal como desara el Dragon.
El Unicornio entonces marchó por senda aparte mientras el Hombre se mantenía en su locura; así acabo su vecindad. Aunque la creatura sigue viviendo en el Jardín de la dimensión dorada, su corazón aún está ligado al Hombre; así se desplaza a través del mundo y permanece inmóvil junto a la frontera actual del mismo.

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